El agua potable, un recurso básico al que miles de porteños y bonaerenses aún no tienen acceso

Pese a que es considerado un derecho humano y la mayoría de la población lo da por hecho, todavía hay millones de personas en el mundo que no cuentan con agua de calidad ni saneamiento en sus hogares. En este Informe Especial de Qúantica Radio, cómo es la situación en el AMBA, qué problemas trae para la salud y también cómo combatir la cultura del despilfarro para los que sí tienen acceso a este valiosísimo recurso.

Como cada año, el 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua con el objetivo de crear conciencia de la importancia de cuidar el llamado oro líquido, pero también para dar a conocer la problemática de millones de personas que no tienen acceso al suministro de agua potable. Si bien probablemente la mayoría de los que estén leyendo esta nota cuenten con este recurso con solo abrir las canillas de sus casas, la realidad es que aún en 2021 hay muchísimas personas para las que eso sigue siendo un anhelo. El agua es un bien esencial para la vida misma y también tiene un valor enorme y complejo para nuestros hogares, la cultura, la educación, la economía, la integridad de nuestro entorno natural y para la salud. De hecho, ¿cuántas veces escuchamos en el último año que el lavado frecuente de manos es fundamental para prevenir el COVID-19? Si bien parece una medida sencilla, no es fácil de llevar a cabo para quienes carecen de acceso a infraestructura urbana de calidad, como sucede, por ejemplo, en la mayoría de asentamientos del AMBA. Qué significa que el agua sea considerada un derecho humano, qué problemas trae para la salud cuando no llega de forma segura, cuál es la situación que se vive en Ciudad y Provincia de Buenos Aires y cómo combatir nuestra cultura del despilfarro.

Derecho Humano al agua

Está claro que cuando hablamos del agua se trata de un recurso esencial. Si falta, no es posible la vida de ninguna criatura, humana o animal, así como de las plantas. En 2010, las Naciones Unidas reconocieron que “el derecho al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos”. Por lo tanto, el papel de los Gobiernos, como garantes principales de los Derechos Humanos en sus respectivos países, es fundamental para el acceso a estos servicios. Por derecho humano al agua se entiende el derecho de toda persona, sin discriminación, a disponer de agua:

–           Suficiente. El abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo para el uso personal y doméstico. Estos usos incluyen de forma general el agua de beber, el saneamiento personal, la preparación de alimentos, la limpieza del hogar y la higiene personal.

–           Saludable. Debe ser libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que constituyan una amenaza para la salud humana.

–           Aceptable. Debe presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos usos, personal y doméstico. Todas las instalaciones y servicios de agua deben ser culturalmente apropiados.

–           Físicamente accesible. Toda persona tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles físicamente dentro o situados en la inmediata cercanía del hogar, de las instituciones académicas, en el lugar de trabajo o las instituciones de salud.

–           Asequible. El agua y los servicios e instalaciones de acceso al agua deben poder alcanzarse por todos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sugiere que el costo del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar.

El derecho al agua es imprescindible para una vida digna y es vital para el ejercicio de muchos otros derechos, tal como el derecho a la salud. Sin embargo, este recurso natural básico no llega de forma segura a un gran número de personas en todo el mundo, sobre todo a los sectores más pobres. Más de un tercio de la población mundial no goza de los servicios de agua potable segura, lo que se traduce a más de 2.200 millones de personas que no reciben el agua de calidad en sus hogares, por esta razón mueren hombres, mujeres y niños cada año. Argentina no escapa a esta realidad.

La situación en Buenos Aires

Como mencionamos, según la ONU, son 2,2 billones de personas las que carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura; mientras que 4,5 billones de personas carecen de servicios de saneamiento. Alrededor de 340.000 niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades diarreicas asociadas a la falta de higiene y el 80% de las aguas residuales retornan al ecosistema sin ser tratadas o reutilizadas. ¿Cómo es la situación en Argentina? Se estima que de los 44 millones de habitantes del país, solo el 84,4% tienen acceso al agua por red pública y el 58,4% a saneamiento. En el conurbano bonaerense el déficit alcanza a tres de cada diez hogares y la mitad de los que consumen agua en fuentes comunitarias es considerado “pobre estructural”. El dato se desprende de un trabajo del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Defensoría del Pueblo Bonaerense, que en su informe de diciembre de 2019 señalaba que el 75% de las viviendas tienen acceso al agua corriente de red, lo que ubica la zona 9,4 puntos por debajo del promedio nacional.

Además, según el mismo relevamiento, la probabilidad para acceder al agua de pozo se ubica en el 24,8%, cuando a nivel país es del 11,6%. De igual manera, hay una mayor propensión de consumirla con conexiones fuera de la vivienda, ya que el 7,4% de las familias tienen un consumo de esas características contra el 4% del resto del territorio.

En el mapa “Plataforma del Agua”, diseñado por la red Sedcero que nuclea investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Universidad Nacional de Quilmes junto a un grupo de ONGs especializadas, quedan expuestas las desigualdades: según el mismo, mientras que en la provincia de Buenos Aires en su conjunto se alcanza a un promedio de 71% de cobertura de agua de red, en los partidos bonaerenses del conurbano los valores son drásticamente inferiores, como los casos de Florencio Varela (65,5%), Presidente Perón (58,8%), Esteban Echeverría (44,5%) o General Rodríguez (34,1%).

Además, como afirma la investigadora del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes Paula Juárez, la forma en que acceden al agua los hogares incide sobre la pobreza estructural. “Por ejemplo, el 6% de los hogares que acceden a agua de red en la vivienda padece necesidades básicas insatisfechas, mientras que esa cifra sube al 52% de los hogares que acceden al agua vía canilla comunitaria”, sentencia.

A su vez, según datos del Ministerio de Infraestructura, Vivienda y Servicios Públicos de la Provincia de Buenos Aires, el partido de San Fernando presenta una vulnerabilidad sanitaria crítica, en tanto Tigre, Gral. San Martín, Lomas de Zamora, Alte. Brown, Ezeiza, La Matanza, Morón, Hurlingham e Ituzaingó detentan una vulnerabilidad muy alta.

Pero los vecinos del Gran Buenos Aires no son los únicos que carecen de este servicio básico. Lo mismo ocurre en los asentamientos de la Ciudad (en realidad en los asentamientos de todo el Área Metropolitana). La muerte por coronavirus de Ramona Medina y Víctor Giracoy, dos referentes de la Villa 31 de Retiro, que días antes de sus fallecimientos venían reclamando la falta de agua potable en el barrio, pusieron en tapa de los medios los problemas históricos que tienen las villas en relación a la accesibilidad a los servicios de agua potable y cloacas. La explicación de la falta de agua en este caso respondía a la combinación de distintos factores y responsabilidades por parte de los actores con competencia en el servicio. Por un lado, problemas técnicos que limitaron el funcionamiento de la Planta San Martín de AySA, y afectaron a varios barrios porteños, especialmente a las zonas con baja presión de servicio, entre ellas la Villa 31. Y, por otro lado, el retraso en la realización de obras de tendido interno de redes y de conexiones intradomiciliarias por parte del Gobierno de la Ciudad, que permitan conectar las viviendas de la 31 con la red de AySA, ubicada en el perímetro exterior del barrio.

En la mayoría de estos barrios vulnerables las condiciones de informalidad han limitado la exigibilidad por parte de los vecinos de los servicios públicos esenciales (además de agua y cloaca, electricidad y gas). Según los datos provistos por el Registro Nacional de Barrios Populares ypor la propia AySA, de los más de 1000 barrios identificados dentro del área de concesión de la empresa, sólo el 15% (153) posee servicios de agua potable por red y el 4% (38) tienen desagües cloacales.

Cabe destacar igualmente que en este momento Aysa se encuentra ejecutando el Plan de Reactivación Territorial de Obras. Con el mismo busca terminar trabajos básicos existentes que estaban paralizados y que permitirán que más personas puedan acceder a los servicios de agua potable y desagües cloacales. En este marco, para poner un ejemplo, Malena Galmarini y Juan Zabaleta habilitaron esta semana una red cloacal que beneficiará a más de 25 mil habitantes de Hurlingham. “Esta es una de las 101 obras que estaban paradas cuando llegamos en diciembre de 2019 que pudimos reactivar, fue muy rápido pero muy difícil, y hoy estamos acá a minutos de ponerla en servicio”, expresó la Presidenta de Aysa al momento de habilitar la nueva red de desagües cloacales en la localidad de William C. Morris. Resta esperar para ver si corren con la misma suerte los demás trabajos pendientes que necesitan los vecinos de Buenos Aires.

Problemas de salud

Con la pandemia mundial de coronavirus una de las cosas que aprendió la sociedad es que el agua puede ser un gran aliado para frenar muchas enfermedades. Sin embargo, el agua potable contaminada, saneamiento deficiente y malas prácticas de higiene generan la muerte de cerca de 1.000 niños por día por enfermedades relacionadas.

El impacto en la salud se manifiesta con distintos tipos de enfermedades. El agua contaminada puede transmitir fiebres entéricas, amibiasis, hepatitis infecciosa, cólera, poliomielitis, arsenismo, osteoporosis fluórica, fluorosis dental y metahemoglobinemia de los lactantes. Durante el 2004 en el país la hepatitis A afectó a más de 60 mil personas y, si bien se incorporó la vacuna de la hepatitis A hasta el año de edad al Programa Nacional de Inmunizaciones con carácter de gratuito y obligatorio, la Asociación por los Derechos Civiles alertó que un brote de la enfermedad está latente “debido a las condiciones sanitarias en las que vive una gran cantidad de niños del Conurbano, especialmente por la deficiente calidad de los desagües cloacales y del servicio de agua para consumo”. El comunicado remarca además la gravedad de la enfermedad, que en la mayoría de los casos lleva a la muerte si no se efectúa el trasplante hepático.

Cultura del despilfarro y agua virtual

Lo irónico es que a pesar de ser el agua un recurso valiosísimo al que, como demuestran las cifras, mucha gente aún no tiene acceso, la sociedad argentina tiene una gran “cultura del despilfarro o derroche”. Como somos un país rico en recursos hídricos, esta abundancia tiene como contracara la poca valoración. Para tomar dimensión, en Argentina el promedio de uso de agua potable de las personas que tienen acceso a la red es de alrededor de 600 litros por día, mientras que en los Estados Unidos -país considerado con una cultura de despilfarro- alcanza los 450 litros diarios. Por su parte, los países de Europa usan en promedio 250 litros diarios, haciendo uso racional del agua potable sin dejar de cubrir necesidades, ni siquiera recreativas. En Cataluña la cifra es aún menor: según datos de la Agencia Catalana del Agua, cada habitante por día consume unos 113 litros debido a la concientización después de una sequía en 2007.  La ONU recomienda usar entre 50 y 100 litros de agua por persona y día. Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires un encargado de edificio gasta para limpiar la vereda con manguera 475 litros si no utiliza dispositivo de corte (hecho que puede ser reportado por los vecinos en la web del Gobierno porteño).

Para comenzar a ahorrar agua y evitar el derroche, desde la Ciudad brindan algunos consejos como: chequear que las canillas estén bien cerradas (una gota por segundo son 30 litros al día); no tirar los papeles en el inodoro y buscar un cesto (si no se tira innecesariamente de la cadena se puede reducir el gasto de agua de 6 a 12 litros cada vez); cerrar la canilla mientras nos cepillamos los dientes o afeitamos (una canilla abierta derrocha de 5 a 10 litros por minuto); tomar duchas cortas (se ahorra un promedio de 150 litros); lavar los platos en una bandeja con agua (se reduces el consumo en 12 litros por minuto); no usar la manguera durante un tiempo prolongado (una abierta durante media hora desperdicia 570 litros de agua.); llenar un balde para regar jardines, veredas o para lavar el auto; y controlar las posibles pérdidas en el baño, la cocina y el tanque de agua.

Pero no solo consumimos agua de manera directa en nuestras casas cuando bebemos  o nos duchamos, sino también cuando comemos  o nos vestimos. Este proceso es lo que se define como el “agua virtual”, es decir, el agua contenida en un producto o servicio. Aunque suene a algo más bien digital, dista mucho de ello. Refiere a un agua que no vemos a simple vista cómo se utiliza, pero que lo hace en grandes volúmenes, y es sumamente necesaria para poder producir insumos. Se trata, por ende, del agua empleada para elaborar un producto determinado. A partir de la suma de los productos consumidos y su equivalencia en agua virtual, se afirma que cada persona gasta entre 2.000 y 5.000 litros de agua por día de media. De hecho Argentina es un gran exportador de agua virtual ocupando el cuarto lugar en el ranking, detrás de Canadá, Australia y Estados Unidos.

La agricultura es el primer sector económico en cuanto al uso de agua y el intercambio de productos agrícolas constituye el elemento principal del comercio del agua virtual. Por ejemplo, para producir una caja de manzanas se necesita un mínimo de 8 mil litros de agua, por lo que muchos especialistas plantean que sería útil hacer notar al país comprador la cantidad de agua que ahorra y que puede direccionar a otras necesidades esenciales de su población. El ejemplo, entre muchos posibles, pasaría inadvertido si no fuera por este dato: según explica el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, sólo el 0,5% del agua del planeta es “dulce”. Es por eso que distintas organizaciones trabajan en promover la sostenibilidad de su uso en diferentes ámbitos y proponen el cobro de un impuesto sobre este recurso tan valioso en la cadena productiva.

Queda claro que el agua es un recurso escaso y vital para la supervivencia de todos los seres vivos; por ello, es muy importante tomar conciencia para hacer una buena gestión y un uso sostenible. Cada empresa y cada hogar tiene la responsabilidad de optimizar su uso y evitar su despilfarro. Como tampoco hay dudas que el agua potable y las cloacas de red pública son una necesidad básica y una responsabilidad del Estado que todavía configura una asignatura pendiente para muchos vecinos. Esto no hace más que agravar las condiciones de vulnerabilidad. “Es un fracaso moral que vivamos en un mundo con niveles tan altos de innovación técnica y éxito y que sigamos permitiendo que miles de millones de personas estén sin agua limpia para beber o las herramientas básicas para lavarse las manos”, denunció este viernes Volkan Bokzir, presidente de la 75 Asamblea General de la ONU. Nunca palabras más acertadas. Cabe destacar que el acceso al agua potable y a servicios de saneamiento e higiene adecuados para todos antes de 2030 es una de las metas clave de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aunque el mundo está por ahora muy lejos de poder cumplirlo.

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