Más comprometidos que nunca: cómo los jóvenes impulsan la transición hacia la conciencia ambiental

Reciclan, evitan productos descartables, utilizan shampoo sólido y buscan alternativas asociadas a materiales biodegradables. La preocupación de las nuevas generaciones por el cambio climático, a días de un nuevo aniversario de la tragedia en Avellaneda que dio lugar al Día Nacional de la Conciencia Ambiental.

Bajo el lema “No hay planeta B”, este viernes el movimiento ambientalista volvió a salir a las calles para hacer sentir su presencia y darle visibilidad a su reclamo por un mundo más sustentable. Si bien se trata de una jornada que se organiza en todo el planeta, en Argentina está muy próxima a otra fecha que tiene de protagonista al ecosistema: el Día Nacional de la Conciencia Ambiental, que se conmemora el próximo lunes 27 de septiembre por la tragedia que se cobró 7 vidas en Avellaneda.  La Conciencia Ambiental implica conocer qué es el ambiente, cuáles son los problemas ambientales contemporáneos y qué se puede hacer desde el lugar de cada uno para revertir o mejorar estas condiciones. Hoy la crisis climática es urgente y quienes se pusieron al frente de la revolución para  impulsar un verdadero cambio son las nuevas generaciones. En este Informe Especial de Quántica Radio recordamos el lamentable suceso ocurrido en la Provincia de Buenos Aires en 1993; repasamos datos de la situación ambiental actual; y te contamos cómo los millennials y centennials lideran la lucha contra el calentamiento global impulsando cambios de consumo.

La tragedia con gas tóxico en Avellaneda

En nuestro país, la Ley 24.605 establece el 27 de septiembre como el Día Nacional de la Conciencia Ambiental en memoria de las siete personas fallecidas como consecuencia de un escape de gas cianhídrico ocurrido en Avellaneda, en 1993.

Esta tragedia se desató por dos hechos que terminaron uniéndose. Por un lado, una empresa transportistas que desechaba ácido sulfúrico en las cloacas; y por otro, otra empresa que derramó a las mismas cloacas restos de sales de cianuro. La combinación fue letal, porque de la unión del medio ácido y del cianuro se formó el gas cianhídrico. Este gas, también conocido como cianuro de hidrógeno, es incoloro, volátil y muy venenoso.

Ese 27 de septiembre, en horas del mediodía, Manuel Nuin y su esposa María Ángela llamaron su hijo Horacio porque se estaban empezando a sentir mal. Horacio llegó junto a su esposa, Rosa Scala, y un servicio de emergencias médicas compuesto por la doctora Bibiana Otero de Turcutto, el enfermero Orlando Cáceres y el camillero Roberto Voytezko. Murieron, todos, en pocos minutos. Habían inhalado el compuesto letal que emergía de la rejilla de la casa de la familia Nuin.

En un principio se pensó que se trató de un accidente, sin embargo las investigaciones judiciales determinaron que los vecinos ya habían hecho denuncias a los transportistas frente a la entonces empresa Aguas Argentinas y también en la Municipalidad de Avellaneda: no tenían habilitación para trabajar con sustancias peligrosas.

La causa de Avellaneda fue la primera en la que se aplicó la Ley de Residuos Peligrosos, sancionada en 1991. Un transportista y el dueño del depósito donde se arrojaron ácidos fueron procesados por el juez Guillermo Roberts, de Lomas de Zamora, por contaminación seguida de muerte. Dos empresarios fueron procesados por contaminación, por verter cianuro a las cañerías. Sin embargo, el proceso judicial no dejó condenados. Ninguna de esas denuncias prosperó, entre sobreseimientos y causas prescriptas. Para reponer en parte esta impunidad, el Congreso Nacional sancionó en diciembre de 1995 la Ley que declara el 27 de septiembre como “Día Nacional de la Conciencia Ambiental”.

¿Qué implica la Conciencia Ambiental? la consolidación de actitudes y comportamientos responsables con el hábitat, desde cualquier lugar de acción, ya se la escuela, el hogar, espacios públicos o fábricas. Busca fortalecer el reconocimiento, valoración y uso adecuado de los recursos naturales; la generación y aplicación de la educación ambiental; las acciones encaminadas al reciclaje y reutilización; y minimizar la compra de productos que no se precisan fomentando el consumo ambiental responsable.

Crisis climática

Actualmente el cambio climático mantiene en estado de alerta a todo el planeta. La reducción temporal de las emisiones de carbono provocada por las cuarentenas de Covid-19 no logró frenar su implacable avance. Las concentraciones de gases de efecto invernadero están en niveles récord y el planeta va camino de un peligroso sobrecalentamiento, según advierte un informe preparado por varios organismos de la ONU.

Según los científicos, el aumento de las temperaturas globales ya está provocando fenómenos meteorológicos extremos devastadores en todas las regiones del mundo, con un impacto cada vez mayor en las economías y las sociedades. «Ahora tenemos cinco veces más desastres meteorológicos registrados que en 1970 y son siete veces más costosos. Incluso los países más desarrollados se han vuelto vulnerables«, dijo el titular de la ONU, António Guterres.

La temperatura media mundial de los últimos cinco años ha sido una de las más altas de las que se tiene constancia y cada vez es más probable que, en los próximos cinco años, las temperaturas superen temporalmente el umbral de una subida por encima de los 1,5 grados de la era preindustrial. Además, el nivel del mar sigue subiendo y amenaza a las islas bajas y a las poblaciones costeras de todo el mundo.

El panorama no es para nada alentador. “Debíamos vivir y hacer uso de los servicios ecosistémicos de forma armónica. Hicimos todo lo contrario y hoy estamos ante una preocupación real que se ve con ferocidad en todo el mundo e incluso en nuestro país”, sostuvo días atrás el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación Juan Cabandie, quien graficó que han sucedido hechos como el registro de 50 grados de temperatura en Canadá o veinte grados en la Antártida o en Siberia, ríos que se desbordan, dificultades de acceso al agua de calidad y la concentración económica en pocas manos.

En nuestro país, “ocurren eventos climáticos que nos alertan como la bajante histórica de la cuenca del rio Paraná. Estas cosas nos afectan a los bienes naturales, los biomas, los ecosistemas”, consideró el funcionario nacional. A esto se suma la enorme problemática de los incendios; las toneladas de desechos contaminando el suelo, el aire y los cursos de agua;  y la falta de presupuesto y políticas concretas para resolver estas situaciones.

Por todo esto, miles de jóvenes decidieron este viernes salir a tomar las calles para reclamar por medidas urgentes que eviten el avance de los desastres provocados por el cambio climático. Jóvenes que pertenecen a la generación Y o a la generación Z (nacidos en la década del ‘90 e inicio de los 2000), y que tomaron la bandera de la militancia climática como nunca antes.

La conciencia  de las generaciones jóvenes

Un estudio publicado en The Lancet, financiado por Avaaz, indica que 6 de cada 10 jóvenes de entre 16 y 25 años están muy o extremadamente preocupados por el cambio climático. De acuerdo con el mayor estudio científico realizado hasta ahora sobre la ansiedad climática y los jóvenes, un número similar manifestó que los gobiernos no los protegen ni a ellos, ni al planeta, ni a las generaciones futuras, y que se sentían traicionados por las generaciones mayores y los gobiernos.

Por eso la cuestión ambiental tomó una fuerza muy grande en las agendas de los jóvenes, quienes impulsan un cambio de mentalidad sobre el consumo, el comercio justo y el maltrato animal. Su ícono es la adolescente sueca Greta Thunberg, quien en 2018 desató un movimiento a nivel mundial que exige mejores medidas a los gobiernos para luchar contra el cambio climático, visibilizando los derechos ambientales y reclamando por su respeto. Bajo la premisa “Reducir, reutilizar y reciclar”, tanto los millennials como los centennials llevan la bandera de la sostenibilidad, una tendencia mundial que implica asumir una responsabilidad individual y colectiva.

Si bien se sabe que no produce el mismo impacto una persona en su día a día que las empresas que emiten gases de efecto invernadero, todos colaboramos con el cambio climático. Por eso, el consumo responsable viene calando hondo en la juventud. Cada vez es más normal que estos consumidores soliciten a las marcas que sus productos sean éticos, cruelty free, naturales, veganos y reciclables. Y al parecer la pandemia de Covid-19 aceleró aún más este proceso de consciencia ambiental y  motivó a más personas. Ello se puede ver claramente en la cantidad de nuevos emprendimientos dedicados a este tipo de consumo que abrieron o crecieron tanto en Capital como en el Conurbano bonaerense durante la cuarentena. De hecho, según una encuesta hecha a escala global por We Are Social, el número de consumidores que dice que pagaría más por un producto ecológico o sostenible aumentó a un 57% en los últimos años.

Se trata de unos movimientos que abogan por la economía circular donde los productos y servicios tienen varios usos. En este sentido, surgen iniciativas sociales como «Zero Waste» cuyo principal foco es reducir y reutilizar. Productos de tela como bolsas para las compras,  botellas de acero inoxidable o la copa menstrual, son estrellas de este movimiento. Es que siguiendo la regla de “reducir, reutilizar y reciclar” se podría disminuir de manera significativa la cantidad de residuos sólidos, además de realizar una gestión de deshechos mucho más eficiente, una problemática bastante importante en todo el mundo pero en particular en Argentina, donde existen más de 5000 basurales a cielo abierto.

Como es un movimiento directamente ligado a las nuevas generaciones, su auge se refleja en las redes sociales. De hecho, el fenómeno de green influencer está comenzando a tomar forma en Instagram, con perfiles de miles de seguidores que comparten alternativas saludables y productos «verdes» de consumo y estilo de vida.

Así, para tratar de disminuir el uso de plásticos, que atacan la salud del planeta de forma irreversible y llegan a tardar siglos en descomponerse, se multiplicaron en los últimos dos años emprendimiento eco-friendly que ofrecen, por ejemplo, shampoo y acondicionador sólido. Los mismos suelen ser libres de sulfatos, siliconas, parabenos, crueldad animal y químicos tóxicos; y no requieren envases plásticos. Cabe destacar que, pese a que parece algo novedoso, el shampoo sólido fue creado por error en 1987 por el matrimonio Constantine y el químico cosmético Stan Krystal cuando trabajaban en un nuevo jabón. Más de tres décadas después, es una de las tendencias más potentes en belleza y sostenibilidad. Y es que una sola pastilla equivale a tres botellas de 250 mililitros y dura entre 80 y 100 lavados. Para tener una idea, desde la marca de cosméticos Lush afirman que en los últimos 14 años vendieron 47 millones de champús sólidos, evitando la fabricación de 141 millones de botellas; o lo que es lo mismo, 3.400 toneladas de plástico.

Son muchísimas las  generadoras de contenido locales que se sumaron a esta tendencia de los sólidos que protege el medioambiente, como Daniela «Dadatina» López, que tiene más de 500 mil seguidores en Instagram y habla de sus bondades para el cabello. Como también muestra cómo utiliza pads de tela desmaquillantes. Estos reemplazan a los discos de algodón sintético, que van a parar a la basura luego de un solo uso. Si se utiliza una media de tres discos para el rostro (desmaquillar, limpieza y tónico) al día, esto se traduce en 21 discos semanales y 84 mensuales. Con los pads reutilizables se reduce esta cantidad drásticamente: uno equivale al uso que darían 1000 discos convencionales.

Para continuar con la reducción de plástico en el aseo personal, los jóvenes buscan alternativas asociadas a materiales biodegradables como el bambú o el papel reciclado. Por ejemplo, un cepillo de dientes de plástico tarda aproximadamente 75 años en degradarse. Mientras que uno de bambú dura lo mismo y solo tarda 185 días en degradarse. Además, el llamado “acero vegetal” es un material ecológico que se puede renovar fácilmente, no escasea ni genera deforestación en los bosques y actúa como potente herramienta contra el calentamiento global al absorber un 30% más de CO2 que los árboles. También cambiaron el hilo dental convencional, que en su mayoría está fabricado con nylon, un material no biodegradable a base de petróleo y casi imposible de reciclar por lo que se incinera y contamina el aire, por hilo dental biodegradable con carbón activado.

En el mismo sentido, se vive hoy una revolución alrededor de productos de gestión menstrual. “Los productos descartables de higiene femenina se transforman en miles de toneladas de residuos que tardan entre 500 y 800 años en degradarse. En Argentina, según la Campaña – MenstruAcción, se generan anualmente 13.200 toneladas de residuos de gestión menstrual.  Se estima que durante su vida fértil una persona menstruante utiliza en promedio entre 12.600 y 14.400 tampones y toallas descartables, a partir de datos de La Copa Menstrual, una alternativa de higiene Femenina. Y, como si fuera poco, para la producción de estos descartables se consumen recursos naturales no renovables: gas, petróleo, plantas de algodón y árboles. Se trata entonces de un círculo vicioso de contaminación uterina y ambiental: es claro que los efectos en la salud socioambiental son alarmantes y que en el estado de crisis climática y ecológica en el que estamos, podemos y debemos repensar estos modos de producción y consumo para la gestión menstrual”, sostiene Florencia Carbajal, Coordinadora del programa de Eco Feminismo en Eco House Global. Cabe destacar que, además del daño que le producen al ambiente, las toallas y tampones descartables cuentan con sustancias químicas que pueden generar reacciones alérgicas al contacto con la piel, modificar el PH, entre otras sintomatologías.

Mientras que también son los jóvenes los mayores impulsores de la reducción de bolsas plásticas.  Desde la verdulería hasta en el kiosco, en una compra pequeña o grande, las bolsas de plástico siguen formando parte de nuestra vida cotidiana. Aunque el hábito de tener las reutilizables a mano está cada vez más instalado, sobre todo desde que los hipermercados, supermercados y autoservicios  no tienen permitido entregar bolsas plásticas livianas no biodegradables en sus líneas de caja. Estas tardan décadas en degradarse y, en ese proceso, desprenden miles de diminutos fragmentos de microplástico. ¿Cuál es el tiempo promedio de uso de estas bolsas? 12 minutos. “Los descartables duran un segundo en nuestras manos y siglos en el ambiente. Son muy difíciles de reciclar, se van desintegrando y esos microplásticos terminan en el océano y en toda la cadena trófica: se encontraron desde en placentas humanas hasta en fitoplancton”, explica Máximo Mazzocco, fundador de Eco House.

En ese sentido, las organizaciones socioambientales reclaman que en la Argentina se sancione cuanto antes una ley nacional de presupuestos mínimos para la prohibición de plásticos de un solo uso en todo el territorio. El objetivo de la norma es regular, reducir, sustituir y prohibir de manera progresiva  tanto las bolsas como los sorbetes, revolvedores de café, vasos, entre otros descartables, para fomentar la transición a una economía circular y reducir la generación de residuos. Cabe destacar que en nuestro país, de las más de 2.7 millones toneladas de residuos plásticos que se generan al año, solo el 5% se recicla.

Pequeñas grandes acciones

Todas las acciones, por más pequeñas que parezcan, a la larga marcan la diferencia. Entre las modificaciones en la rutina que pueden colaborar en proteger el ambiente, Eco House recomienda empezar por hacer una lista en la casa de todo el plástico de pocos usos, separarlo y buscar alternativas ecológicas cuando sea posible.

También destaca: elegir productos con el menor packaging posible; evitar el uso de descartables y reemplazarlos por bolsa de tela o botellas reutilizables, así como optar por retornables o recargables para productos de limpieza, entre otros.

A su vez, aconsejan implementar la reutilización, esto es darle una segunda vida a los productos que se descartan y evitar que se vuelva a extraer materia prima para la elaboración de un nuevo producto, ahorrando también el agua y la energía necesarias para producirlo y transportarlo.

En cuanto el reciclaje, se recomienda separar papel, cartón, plástico, vidrio, metal, tetrabrick y telgopor para llevarlo al punto de acopio más cercano. Con esta acción se puede recuperar hasta el 40% de los residuos.

Por otro lado, utilizar la energía de manera consciente y responsable para disminuir el impacto que tiene su generación, almacenamiento, distribución y transporte. Algunos consejos prácticos son: desenchufar los artefactos que no se utilizan para evitar el consumo vampiro y ahorrar hasta el 10% de la factura; extender la vida útil de los electrodomésticos y elegir los de mayor eficiencia energética; y pasar a luces LED y ahorrar así el 90% de consumo diario.

Podés encontrar consejos para el uso responsable del agua en el Informe Especial de Quántica Radio “El agua potable, un recurso básico al que miles de porteños y bonaerenses aún no tienen acceso”; y para disminuir el impacto ambiental que tiene el desperdicio de alimentos en “Comida a la basura: la población vulnerable y el medioambiente, víctimas del desperdicio de alimentos”.

«Necesitamos activistas del clima, y pedimos cambios reales, porque debemos recordar que el cambio es no solamente posible, es también urgentemente necesario», expresó la activista Greta Thunberg este viernes al encabezar la protesta en Berlín, luego de acusar a las dirigencias políticas de los distintos países de estar fallándole a las jóvenes generaciones. Generaciones involucradas y con más conciencia ambiental que nunca.

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