Alerta por rabia, una enfermedad minimizada pero letal que llegó con las Invasiones Inglesas

Hay una alerta epidemiológica por el aumento de casos en murciélagos en la Provincia de Buenos Aires, donde hace dos meses se registró la primera víctima fatal por la enfermedad en 40 años. La historia de cómo llegó a Buenos Aires, la primera vacuna antirrábica, cómo prevenir la transmisión y por qué seguimos lamentando muertes pese al tratamiento efectivo.

“Alarma en Ezeiza por un murciélago con rabia en pleno centro”, “Preocupación por murciélagos con rabia en Capital”, “Aparecieron 14 murciélagos con rabia en la provincia y piden más controles”, “Preocupación en Mar del Plata: un murciélago con rabia mordió a un nene de 6 años y hay más casos”. Estos son solo algunos titulares de medios de Buenos Aires en los últimos tres años. A pesar de la falsa creencia de que “no hay rabia en Argentina”, esta zoonosis, que causa una infección aguda del sistema nervioso central, no está erradicada. Lejos de ello, en mayo pasado una mujer murió en el partido bonaerense de Coronel Suárez tras ser mordida por un felino callejero. Este lamentable suceso encendió todas las alarmas en el sistema de salud: no se registraban víctimas fatales por la enfermedad en el país desde el 2008 y en territorio bonaerense desde 1981. La rabia está más entre nosotros de lo que se cree. En las últimas semanas se conocieron más casos de personas que entraron en tratamiento. Tal es así que en la Provincia de Buenos Aires hay una alerta epidemiológica por el aumento de casos en murciélagos, con 38 positivos. En este Informe Especial de Quántica Radio, la historia de cómo llegó esta enfermedad a Buenos Aires con las Invasiones Inglesas, el gran trabajo de un médico argentino para el desarrollo de la vacuna antirrábica, los datos actuales y por qué a más de un siglo de que el genio francés Louis Pasteur lograra abrir el camino hacia su prevención y cura seguimos lamentando víctimas.

Enfermedad antigua que llegó en barco

La rabia es, sin dudas, una de las enfermedades más antiguas de la historia. La primera descripción de la misma se remonta al siglo XVIII a. C., en el código de Eshnunna de Babilonia. Según estudios históricos, las leyes de la Ciudad estado Sumeria decían que “si un perro enfermo (de rabia) muerde a un hombre y le causa la muerte, el dueño deberá pagar dos tercios de una mina de plata, es decir 40 shekels. Si muerde a un esclavo y muere por esta causa deberá pagar 15 shekels”. Esto revela que desde la antigüedad ya se había establecido la relación entre la rabia humana con la mordedura de animales, especialmente perros. También hay quienes identifican a la rabia en el código de Hammurabi (1792-1750 a.C.) entre las maldiciones de aquel que no respetaba sus leyes. En las civilizaciones como la egipcia que se desarrollaron en las márgenes del río Nilo, la rabia, que era considerada “un castigo de los dioses”, ocasionó innumerables muertes.

Entre los siglos XV y XVIII, el aumento de la población de perros como consecuencia del crecimiento de las ciudades originó la propagación de la enfermedad. En el año 1500 España estaba asolada por la rabia canina, en el año 1614 también la ciudad de París, y así casi toda Europa Central. Con el surgimiento de la rabia en Londres, entre los años 1752 y 1762, se ordenó el sacrificio de todos los perros callejeros. También esta práctica se llevó a cabo en otras ciudades europeas, como Madrid donde mataban hasta 900 perros por día. Ante el miedo a sus consecuencias y la ausencia de tratamiento eficaz, las personas mordidas por perros sospechosos de padecer rabia se suicidaban o en ocasiones eran sacrificadas.

Sin embargo, no fue hasta el 1800 que esta zoonosis llegó a nuestras tierras. Según explica un trabajo elaborado por Carlos Francisco Amasino, C.J. Garbi y M.F. Amasino, antes de la colonización española, la Provincia de Buenos Aires presentaba características que la convertían en un territorio poco propicio para la difusión de brotes naturales de rabia. Sus grandes extensiones de llanura tenían muy baja densidad de animales potencialmente transmisores y los únicos relatos de aquella época hablan de posibles casos solo en zonas de Centroamérica y el Caribe. Con la colonización, sin embargo, llegó una buena variedad de animales a la pampa bonaerense y comenzaron a organizarse grandes poblaciones como la ciudad de Buenos Aires y zonas periféricas, donde proliferaron mataderos, secaderos de cueros, saladeros y seberías, lugares propicios para el surgimiento de un brote.

¿Cuándo llegó la rabia al país? recién con las Invasiones Inglesas al Río de La Plata, en donde desembarcaron en 1806 en Quilmes luego de haber sido rechazadas por las baterías del fuerte de la Ensenada de Barragán, y en 1807 en la Ensenada de Barragán. Esto se explica debido a que el período de incubación de la rabia, que va desde los 10 días hasta un año, posibilitaba que un animal incubando la enfermedad viviera los largos períodos de tiempo que tardaban los barcos de esa época en llegar desde Europa o África —donde el virus era endémico— hasta las costas de la Provincia de Buenos Aires.

En esta primera invasión se desembarcan perros de las fuerzas inglesas incubando la rabia. Estos perros eran usados aparentemente para cacerías deportivas por los soldados. Estos canes se pueden haber infectado en Europa o más probablemente en el sur de África, en la colonia del Cabo de Buena Esperanza, de donde finalmente parte la primera invasión. Al desembarcar en una zona donde ya había industrias saladeriles y de mataderos importantes y por consiguiente las concentraciones de perros que rodeaban habitualmente a estas industrias, la enfermedad encuentra las condiciones propicias para transmitirse e instalarse en forma permanente en el territorio provincial”, explica el informe publicado en 2002. Desde entonces la rabia canina se expandió en un gran brote por la zona de La Plata, progresando luego hacia Buenos Aires. A partir de esa época, y durante 178 años, la enfermedad se mantuvo en forma endémica en el territorio provincial, constituyendo el gran foco de rabia urbana del país.

Argentina y la primera Vacuna Antirrábica de Latinoamérica

A comienzos de la década de 1880, el investigador francés Louis Pasteur, ya conocido por otros enormes logros científicos, empezó a estudiar la posibilidad de lograr una herramienta eficaz para luchar contra la rabia. Pasteur había ensayado una vacuna en perros, pero le preocupaba hacerlo en humanos. Se enfrentó a ese dilema unos años más tarde, entre el 6 y 7 de julio de 1885, con Joseph Meister, un niño de 9 años al que lo había mordido un perro rabioso en el trayecto de su casa a la escuela. No estaba seguro de que Joseph desarrollaría la versión humana de la rabia, pero decidió ensayar el tratamiento en su laboratorio de París. Tras 13 inoculaciones sucesivas con médulas de virulencia progresiva, logró salvarlo. En 1886 informó de los espectaculares resultados en 350 casos: sólo una persona había desarrollado la enfermedad, por haber iniciado tarde el tratamiento.

El rotundo éxito alcanzado por el científico francés fue recogido por el ministro Plenipotenciario de la Argentina en París, el Dr. José C. Paz, quien invitó a médicos argentinos que estaban trabajando o estudiando en París a discutir acerca de la posibilidad de dotar a la Argentina de este avance científico. Siendo el más joven de los médicos, el Dr. Desiderio Fernando Davel, quien había nacido en 1857 en San Nicolás y estudiado en la Universidad de Buenos Aires, se ofreció para trabajar y constituirse en discípulo y primer médico extranjero en recoger las experiencias realizadas por Pasteur. Obtuvo la cepa vacunal del virus rábico provista por Pasteur e inició su regreso a la Argentina el 17 de julio de 1886 en el vapor Paraná. Durante la travesía realizó varios repiques del virus rábico por pasajes sucesivos en conejos que llevaba en su camarote, en lo que puede considerarse como el primer paso para la elaboración de la vacuna antirrábica. Al llegar al país no logró que el gobierno montara un laboratorio, por lo que  terminó armando la conejera en el fondo de su casa de la calle Solís 323 (hoy 685) y produciendo allí la vacuna.

Solo unos días habían pasado desde su llegada, cuando el Dr. Davel tuvo la oportunidad de probar la eficacia de la vacuna ideada por Pasteur. El 23 de agosto un perro rabioso mordió a dos niños – Basilio y José Pinedo– en la Ciudad de Montevideo, los que llegaron a Buenos Aires el 2 de septiembre y dos días más tarde fueron inoculados con la vacuna antirrábica producida por primera vez en nuestro país. Este suceso fue el primero en Latinoamérica y el tercero en el mundo. De esta manera, según el propio Dr. Davel, quedaba fundado el «Laboratorio Pasteur«. Las inoculaciones realizadas en Buenos Aires constituyeron un hecho científico de gran importancia mundial. De Pasteur en adelante, los mordidos por animales rabiosos pudieron recibir un tratamiento curativo que, con sucesivos perfeccionamientos y variaciones, sigue hasta nuestros días.

Cómo se transmite y cuáles son los síntomas

La rabia es una enfermedad vírica aguda mortal que afecta al sistema nervioso central y que se transmite al hombre normalmente por la saliva a través mordeduras o arañazos de animales domésticos o salvajes que están infectados, o bien cuando el animal lame una lastimadura reciente de una persona. También raramente puede darse un caso de transmisión mediante el transplante de órganos infectados o inhalación de aerosoles que contengan el virus,  tal y como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). En América del Sur son los murciélagos la principal fuente de infección de la rabia. Mientras que en nuestro país los perros y los gatos son los principales transmisores a los humanos. Las vacas y los caballos pueden contraer la rabia, pero en general no agreden.

En el hombre el período de incubación es de 2 a 8 semanas en promedio, pero puede variar entre 10 días a 12 meses. La duración de este período está directamente ligada a la localización y gravedad de la mordedura o arañazo del animal infectado, la proximidad con los troncos nerviosos, la distancia al cerebro y la cantidad de partículas virales inoculadas. La enfermedad se desarrolla con un cuadro de encefalomielitis aguda que una vez instaurado tiene una fatalidad cercana al 100%. 

¿Cuáles son sus síntomas? En los perros y gatos incluyen cambios de comportamiento, agresividad, salivación excesiva, imposibilidad de tragar o de beber, pupilas dilatadas, convulsiones, parálisis y muerte. Los murciélagos con rabia también tienen cambios en el comportamiento, a menudo pueden verse de día y estar caídos.

En las personas los síntomas que deben hacer sospechar el diagnóstico de rabia son fiebre, inquietud, dificultad para tragar, dolor de cabeza, malestar en general, náuseas, hinchazón o enrojecimiento y sensación de hormigueo en el sitio de mordedura o lamedura, días después de haber sido agredido por el animal.

De entre las diferentes formas que puede tomar la enfermedad, la rabia furiosa puede presentar signos de hiperactividad o excitación, y puede llegar a producir la muerte a los días por paro cardiorrespiratorio. Mientras que la rabia paralítica, que representa un 30% de los casos humanos según  la OMS, sigue un curso diferente aunque generalmente más prologando. Acá los músculos se van paralizando lentamente empezando por los más cercanos a la mordedura o arañazos hasta que el paciente entra en coma y acaba falleciendo.

El primer tratamiento recomendado consiste en el lavado de la herida durante un mínimo de 15 minutos con agua y jabón. Tras la exposición, la profilaxis hace que el tratamiento del infectado se inicie inmediatamente con el fin de impedir que el virus entre en el sistema nervioso central que provocaría la muerte. El tratamiento incluye la vacuna antirrábica y la aplicación de inmunoglobulina antirrábica en los casos en los que esté indicado. Cabe aclarar que cuando aparecen los síntomas la enfermedad es fatal, por eso es muy importante la profilaxis post exposición. Al año más de 15 millones de personas en todo el mundo se vacunan  tras una mordedura.

La situación en Argentina

Como contamos, la rabia llegó al país con las Invasiones Inglesas y comenzó a expandirse. En la década de 1960, Argentina presentaba una compleja situación con doce provincias con transmisión de rabia canina, sumándose en la década siguiente una nueva provincia. Y fue en el año 1976 cuando la enfermedad adquirió mayor magnitud y gravedad con 5573 casos de rabia animal y 19 personas muertas. A raíz de tal situación se fortaleció el Programa de Control de Rabia tomando medidas de intervención basadas en vacunación masiva de animales, eliminación de reservorios sin dueño y sin control, vigilancia epidemiológica y educación para la promoción de la salud.

Con los años la situación logró controlarse de manera considerada, pero nunca eliminarse completamente. Sin embargo, existe la creencia en la población de que la enfermedad «está erradicada» por lo que muchos dejaron de tomar las precauciones necesarias. Así sostienen en las veterinarias, donde piden que «no se menosprecien» las muertes sospechosas de mascotas con síntomas neurológicos a cualquier edad, ni las mordeduras de animales ajenos. Y, por sobre todo, que vacunen a perros y gatos, cuidado que viene en baja.

La muerte el pasado 13 de mayo de la sargento Zaira Di Giorgio volvió a encender las alarmas para que la población tome conciencia. «La mujer, de 33 años, había consultado al servicio de salud el pasado 18 de abril por debilidad en miembros superiores y alteración de la sensibilidad«, informó el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, en articulación con las autoridades del Ministerio de Salud de la Nación. En los días siguientes se sumaron síntomas de excitación psicomotriz, cefalea, fotofobia, alteración sensorial y midriasis, que evolucionó en un deterioro del nivel de la conciencia llegando al estado del coma. Según se explicó, los familiares de la víctima habían indicado como antecedente la mordedura de un felino no doméstico a principios de marzo y que «no había sido objeto de consulta por parte de la paciente en el momento». A nivel nacional, el último caso de rabia en humanos se había registrado en el año 2008, cuando un nene de 8 años fue mordido por un perro en la provincia de Jujuy.

A su vez, en estos momentos hay una alerta epidemiológica en la Provincia por el aumento de casos de rabia en murciélagos. Hasta esta semana, ya se identificaron 38 murciélagos positivos y Felipe, un labrador de tres meses y medio, en el Delta de San Fernando, que falleció el 11 de junio. En total, 9 personas tuvieron que recibir tratamiento antirrábico.

Cabe aclarar que según estadísticas del Laboratorio de Zoonosis Urbanas, aproximadamente un 6% de los quirópteros (murciélagos) muestreados son positivos. Los últimos casos de spillover detectados en la PBA fueron: 1 felino en Chascomús (2002), 1 felino en Lomas de Zamora (2008), 1 felino en Punta Indio (2009), 1 canino en Villarino (2012), 1 felino en La Matanza (2014), 1 felino en Valeria del Mar (2017) y 1 felino en Balcarce (2020).

«La cobertura vacunal antirrábica alcanzada, con recursos públicos y a nivel provincial, se venía manteniendo en promedio y hasta el año 2019 entre un 14,5 a 15%, hasta que se sufrió una caída hasta el 6,10% en el 2020 debido a las restricciones de circulación y aislamiento social estricto por la situación de emergencia sanitaria producida por la pandemia«, explicó a Clarín Gustavo Martínez, jefe de Zoonosis Urbanas de la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Aún no hay estadísticas sobre esta mitad de año pero los profesionales coinciden en que sigue en baja.

Pese a la caída de la aplicación de la vacuna, esta no es optativa. La Ley 22.953, vigente en todo el territorio de la Nación Argentina, obliga a los tenedores de perros y gatos a que estos sean vacunados contra la rabia todos los años a partir de los tres meses de vida. Es que es la vacunación masiva de los animales sensibles, sobre todo los de compañía – incluso los que viven en departamento y “nunca salen a la calle” -, la única forma de controlar esta zoonosis y evitar muertes.

A la vez, a modo de prevención, especialistas recomiendan: avisar al centro de zoonosis que corresponda por su municipio en caso de presencia de un murciélago durante el día o con vuelo dificultoso o arrastrándose en el suelo, ya que debe ser considerado como un posible caso de rabia; enseñar a los niños sobre el riesgo de jugar con murciélagos, que no deben ser alimentados ni manipulados (no es habitual que estos animales estén visibles de día y menos en el piso, siendo en estos casos muy probablemente un animal enfermo); y frente al mínimo contacto traumático (arañazo o mordida) con un  gato o un perro desconocido, concurrir a un centro de salud, observar al animal si es accesible y recibir el tratamiento antirrábico si no lo es.

Subestimar los riesgos reales solamente los acrecienta.  La rabia es una enfermedad medieval muy difícil de erradicar, pero con información y responsabilidad se puede controlar.

Quántica Medios

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