Todo lo que hay que saber sobre las pruebas cosméticas en animales y cómo ayudar a frenarlas

La campaña viral #SaveRalph y la celebración del Día del Animal vuelven a poner en debate los testeos en animales en la industria cosmética y de limpieza. En qué consisten estas pruebas, cuáles son los métodos alternativos que existen, el marco legal en Argentina y en el mundo y las marcas que ya adhirieron a la política Cruelty Free.

En conmemoración al fallecimiento de Ignacio Lucas Albarracín, un abogado que luchó por los derechos de los animales y que durante más de cincuenta años fue secretario y presidente de la Sociedad Argentina Protectora de los Animales, todos los 29 de abril en Argentina se celebra el Día del Animal. Albarracín llevó a cabo cruzadas contra la doma de potros, la riña de gallos, las corridas de toros, la crueldad en la matanza para faenar animales, el tiro a la paloma, la protección a los equinos de tiro, entre otras. Hoy, más de un siglo después, los movimientos proteccionistas continúan luchando, esta vez para intentar frenar los testeos en animales de productos cosméticos, de higiene personal y limpieza. La iniciativa no es nueva, cada vez más personas adhieren y las marcas lo saben. Por eso muchas comenzaron a aclarar en los últimos años en sus publicidades que son “Cruelty Free” o “libres de crueldad animal”. En Latinoamérica el movimiento cada vez está pisando más fuerte, de hecho el año pasado Colombia se convirtió en el primer país de la región en prohibir las pruebas y este jueves hizo lo mismo México. Si bien en Argentina el tema no está en la agenda nacional, esta semana se presentó un proyecto de ley en la Ciudad de Buenos Aires que podría servir de puntapié inicial.

La campaña viral de Ralph

Unas semanas atrás, un cortometraje crudo y realista volvió a poner en debate la crueldad del testeo en animales para la fabricación de productos de cosmética e higiene. En el video, que se hizo viral en cuestión de horas, el protagonista es un conejo llamado Ralph, quien narra un día “normal” en su trabajo y revela las perturbadoras formas en que experimentan con él. El personaje – que está ciego de un ojo y solo oye zumbidos – relata que heredó su oficio de sus padres y que tanto ellos como sus hermanos murieron haciéndolo.

El efecto del corto promovido por la organización defensora de animales Humane Society International fue inmediato y reactualizó la discusión sobre esta problemática realmente grave y cuyas cifras son alarmantes. Según el grupo de protección británico Cruelty Free International, se estima que anualmente más de 115 millones de animales se usan en experimentos de testeo de productos para uso humano. Además, los mismos se realizan sin anestesia o analgésicos que prevengan el dolor y el sufrimiento de los animales. Debido a esto, ellos sufren hemorragias, ceguera, vómitos, dificultad respiratoria, fiebre, pérdida de peso, problemas de la piel y, en la mayoría de los casos, la muerte.

La reflexión final del personaje de #SaveRalph a la cámara se multiplicó en las redes y conmovió a los usuarios: “Solo me gustaría decirles a todos los que aún compran cosméticos probados en animales, como delineador de ojos, shampoo, crema de protección solar, prácticamente todos los productos que hay en tu baño… Bueno, sin ti y los países que permiten la experimentación con animales, me quedaría sin trabajo. Estaría en las calles. Bueno, no tanto en las calles, más bien en un campo, supongo. Ya sabes: como un conejo normal”.

En qué consiste esta práctica

Detrás de la elaboración de buena parte del maquillaje, las cremas antiarrugas, los jabones, shampoos, bronceadores, desodorantes y artículos para la limpieza del hogar, entre otros disponibles en el mercado, hay una dolorosa realidad en la que millones de animales en el mundo son utilizados para hacer testeos que garanticen que los productos puedan ser usados por los humanos sin correr peligro.

La práctica consiste en probar los productos en los animales con vida, conscientes y sin uso de anestésicos, para evaluar sus reacciones. Puede testearse el producto terminado o sus componentes. Estas pruebas, que se realizan mayormente en conejos, roedores y cobayos, son extremadamente dolorosas, estresantes e invasivas. Existen diversos ensayos para analizar diferentes efectos de una sustancia o producto, como por ejemplo:

– Test Draize: una de las pruebas más comunes, la cual se realiza desde hace más de 45 años. Consiste en aplicar a los animales (regularmente conejos, como el caso de Ralph en el corto viral), las sustancias a testear directamente en los ojos por 7 a 14 días para medir la toxicidad. Es extremadamente dolorosa, genera muchas veces úlceras y cegueras, y los animales son luego sacrificados o lamentablemente “reutilizados” hasta que mueran.

– Dosis Letal 50: se obliga a los animales a ingerir o inhalar los compuestos. Se necesitan grupos de 200 especímenes, aproximadamente, para medir la toxicidad de un ingrediente. El estudio culmina una vez que un 50% de la población en estudio muere. El objetivo es conocer las cantidades en las que es peligroso consumir una sustancia para los seres humanos.

– Toxicidad de dosis repetidas: conejos o ratas son forzadas a ingerir o inhalar ingredientes cosméticos, o se les aplica el ingrediente en su piel afeitada, cada día durante 28 o 90 días. Esta prueba incluye la “sensibilización de la piel” (cobayos con su piel afeitada que son expuestos a la sustancia, o a través de los oídos de ratas para ver las reacciones alérgicas). Luego son exterminados.

– Irritación dérmica: el producto es aplicado sobre la piel del animal previamente rasurada para comprobar su reacción.

– Fototoxicidad: se ensayan productos que puedan incrementar su toxicidad por exposición a la luz ultravioleta. A los animales se les rasura la piel, se les aplica el producto y se los irradia con luz ultravioleta para observar la lesión provocada en la piel.

En muchos casos los animales mueren durante el proceso de experimentación o son sacrificados al término del mismo. En todos, han pasado su vida en cautiverio y sometidos a manipulaciones dolorosas. A su vez, como destacan diversas organizaciones, los animales y los seres humanos difieren considerablemente en cuanto a su anatomía, fisiología y metabolismo por lo que no existe garantía que puedan extrapolarse con éxito los resultados obtenidos en experimentos con animales a las personas. De hecho, muchas sustancias que pasan con éxito ensayos con animales fallan en los seres humanos, ya sea debido a una eficacia insuficiente o efectos secundarios no deseados. El ejemplo más reconocido de esta situación es el caso de la Talidomida, una sustancia que fue vendida en Alemania a fines de los años 50 como un sedante para las mujeres embarazadas o lactantes. A pesar que se realizaron ensayos en animales pasando las pruebas de seguridad, una gran cantidad de niños de madres que tomaron Talidomida nacieron con malformaciones congénitas debidas a esta sustancia.

Métodos alternativos

Hay numerosos métodos de reemplazo para testear sin crueldad animal tanto en aplicación, en proceso de validación, como en desarrollo. Toda la tecnología alternativa necesaria para las pruebas de seguridad en cosméticos ya existe, solo debe haber interés y apoyo para adquirirla y capacitar a los profesionales. Algunos de los métodos alternativos:

– Métodos in silico: basados en computadoras que utilizan información proveniente de bases de datos y/o modelos computacionales y permiten simular experimentos en cuestión de horas, a diferencia de los meses o años que podrían llevar los experimentos con animales. Permiten predecir los posibles efectos de las sustancias a evaluar teniendo en cuenta su estructura molecular y sus propiedades físico-químicas.

– Métodos in vitro: cultivo de células y tejidos humanos para ensayos de irritación ocular, irritación dérmica, fototoxicidad. Como ejemplo se puede mencionar a Episkin, piel sintética de L’Oréal ideada en 1979 para transicionar la empresa al cruelty free, pero hoy en día está tan perfeccionada que se usa hasta en el campo médico. La piel sintética es creada a través de tejidos humanos reconstruidos in vitro para asegurar la eficacia del producto y eliminar el test en animales. Este proceso de cultivo celular permite elaborar una gran variedad de modelos de tejido humano con similitudes de elasticidad y robustez muy logradas, para emular al 100% el tejido dérmico real. Así, logran replicar y detectar reacciones adversas como alergias o irritaciones antes de llevar el producto al mercado.

– EpiOcular: es un método de prueba in vitro sin animales aprobado por la OCDE para identificar sustancias químicas y mezclas que pueden irritar el epitelio corneal. El método de prueba utiliza un modelo de epitelio corneal humano reconstruido in vitro, en un ensayo de exposición aguda para respaldar los requisitos normativos internacionales de etiquetado, de acuerdo con el Sistema Globalmente Armonizado de las Naciones Unidas de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos (GHS). Es una alternativa al test de Draize, pero en Argentina casi no existe desarrollo de la tecnología ni profesionales capacitados en esta área.

– Empleo de sustancias que ya han sido determinadas como seguras: hoy en día se estima que existen alrededor de 20.000 ingredientes que ya han sido probados y son considerados seguros para humanos. Cada vez más compañías que evitan la crueldad con los animales están negándose a probar sus productos y aun así producen artículos seguros, efectivos y de alta calidad.

– Estudios con humanos voluntarios: se realizan en sujetos voluntarios sanos que firman su consentimiento de participación. Hay un comité ético interno que evalúa el riesgo de cada estudio, en función de las sustancias y mezclas que forman el producto cosmético, de la zona y frecuencia de aplicación. Y se miden estos riesgos para evitar el sometimiento de los voluntarios a riesgos inútiles. Todo el estudio se realiza bajo supervisión médica y ante cualquier reacción no deseada se suspende la aplicación.

Legislación en el mundo

Las iniciativas para terminar con las pruebas en animales tienen décadas de existencia aunque fue durante los últimos diez años que comenzaron a concretarse y a aumentar. En el ámbito internacional la Unión Europea prohibió el testeo de productos terminados en 2004 y luego en 2009 avanzó al prohibir el testeo de ingredientes. Para finalizar, en 2013 – luego de que la BUAV (British Union for the Abolition of Vivisection) fundara en 2012 Cruelty Free International, la primera organización global dedicada a terminar con la experimentación en animales con fines cosméticos en todo el mundo – anunció la prohibición total de cualquier cosmético probado en animales. Esta decisión también ha sido adoptada por países como Turquía, Israel, India, Taiwán, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Noruega, Suiza, Islandia, Liechtenstein, Noruega y Reino Unido. Mientras que en Australia se prohíbe la venta de productos testeados en animales.

Por su parte, en Latinoamérica esta tendencia también está en aumento. Guatemala determinó en 2017 que no se siguieran haciendo pruebas en animales, aunque no se prohibió la importación de productos sí testeados. En Brasil el movimiento que pretende eliminar estas prácticas ganó fuerza desde 2013 cuando decenas de activistas irrumpieron en un laboratorio del Instituto Royal y denunciaron los malos tratos, y en enero de 2014 Sao Paulo se convirtió en el primer estado en decirle no al uso de animales para la producción de cosméticos, fragancias y productos de higiene personal. Actualmente tiene esta restricción en 26 estados del país, aunque aún se discute un proyecto nacional.

Mientras que Colombia se convirtió el 12 de agosto de 2020 en el primer país sudamericano en prohibir las pruebas en animales para cosméticos de cualquier tipo. La ley, que entrará en vigor en cuatro años, veta cualquier experimentación, importación, exportación, fabricación y comercialización de productos cosméticos o de sus ingredientes que sean objeto de pruebas en animales. Además, el Gobierno del país cafetero creará incentivos para el fortalecimiento de los laboratorios e instituciones de investigación «que desarrollen y apliquen modelos alternativos» que eviten el uso de estos testeos.

A su vez, México aprobó este jueves reformas a la Ley General de Salud para prohibir que se prueben los cosméticos en animales e imponer una pena de hasta 7 años de prisión a quien realice dicho delito. El documento establece que la investigación para realizar cosméticos no podrá incluir pruebas en animales, como tampoco se podrá fabricar, importar ni comercializar estos productos cuando en el proceso de su formulación haya estos testeos.

En Chile actualmente no hay una sola ley que regule o prohíba las pruebas en el ámbito privado ni mucho menos para la elaboración de cosméticos, una situación que la ONG No Más Vivisección lleva un tiempo denunciando. Sin embargo, ya existen 55 marcas con un certificado «cruelty free» otorgado por la también chilena ONG Te Protejo. Finalmente, en Bolivia nació hace dos años una red «cruelty free» que tiene base en La Paz y reúne a una veintena de emprendimientos de cosmética y alimentos en cuyo proceso de elaboración está descartada la crueldad animal.

Sin embargo, el camino que debe recorrer el movimiento por los derechos de los animales en la región es largo y difícil, en un mercado que factura al año más de 63.200 millones de dólares.

Marco legal en Argentina

En cuanto a nuestro país, ninguna ley obstaculiza que se realicen ensayos con animales. Sancionada en 1954 – cuando vestir tapados de pieles estaba de moda-, la Ley Nacional N° 14.346 prohíbe actos que impliquen malos tratos o crueldad en animales. A la hora de detallarlos, habla de vivisección, mutilación y experimentación «más allá de lo indispensable«, pero este último punto deja librada a la discrecionalidad la realización de pruebas de laboratorio. En 2015, ingresó al Congreso de la Nación un proyecto de ley de la entonces senadora María Magdalena Odarda (del Frente Progresista) que proponía prohibir y penalizar el testeo en animales con fines cosméticos. Dos años más tarde, la asociación animalista ALFA promovió una petición en la plataforma Change en el mismo sentido y apoyó ese proyecto con la campaña Belleza es Empatía. Entre los argumentos para pedir la prohibición, ALFA sostiene que «los animales no humanos tienen capacidad de sentir» y que «difieren considerablemente de los humanos en cuanto a su anatomía, fisiología y metabolismo, por lo que no existe garantía de que puedan extrapolarse con éxito los resultados obtenidos».

En la actualidad, la petición tiene más de 450 mil adhesiones (muchas de ellas llegaron después de la difusión del video de Ralph). Sin embargo, cabe aclarar que en noviembre del 2020 el proyecto de ley perdió vigencia. “Quisimos volver a hablar con la Comisión General para pedirle por enésima vez que le den tratamiento, pero no se estaban reuniendo. Dado que Magdalena Odarda ya no es Senadora, el proyecto no se puede volver a presentar. Actualmente nuestra petición cuenta con más de 456.000 firmas y en breve esperamos poder linkearla a otro proyecto de ley similar para cumplir el objetivo de sacar a todos los animales no humanos de los laboratorios de cosmética”, detallan desde la organización.

Igualmente, si bien no hay nada actualmente sobre el tema en agenda nacional, sí hay novedades en Capital Federal. El legislador del GEN Sergio Abrevaya presentó esta semana en la Legislatura porteña un proyecto de ley para que la Ciudad prohíba la explotación animal para la fabricación de artículos cosméticos, de higiene y de limpieza, así como sus ingredientes, componentes o combinaciones de ellos. El texto prevé prohibir la comercialización de los productos en cuyo proceso de fabricación y desarrollo hayan contado con experimentación y testeo que involucre animales, al mismo tiempo que se exigirá la obligatoriedad de exhibir en el etiquetado de los productos la certificación de ser un producto libre de testeo y experimentación animal.  En los fundamentos de la medida, Abrevaya explicó que “esta una práctica cruel e innecesaria a la luz de progresos de la ciencia” y remarcó que “el abandono de las practicas experimentales utilizadas durante tantos años es factible sin que ello implique un riesgo para la salud humana, dada la existencia de distintos métodos de reemplazo validados a nivel mundial, como por ejemplo el testeo en piel sintética elaborada en laboratorio”. Asimismo aseveró que “los avances científicos han demostrado que las pruebas toxicológicas en animales no reflejan fehacientemente la respuesta física real del ser humano al ser expuesto a los mismos componentes, razón por la cual no resultan representativas ni traspolables” e insistió en que “esta situación motivó a la ciencia a repensar y elaborar en conjunto con las empresas fabricantes de productos que testean en animales, métodos alternativos de experimentación que puedan ser traspolables de manera fehaciente y segura, y sobre todo más civilizada por no incurrir en ocasionar perjuicio o dolor a ninguna especie”. “Esto es algo profundamente inhumano y doloroso, sobre todo en un ser que no comprende qué es lo que está ocurriendo ni porqué se lo somete a tal tortura. Sin mencionar siquiera los efectos físicos de daño temporal o permanente en los tejidos de estos seres”, manifestó. Como defensor de los derechos del animal, en los últimos años Abrevaya también estuvo involucrado en la sanción de las leyes de prohibición de cirugías estéticas en perros y gatos, contra el maltrato animal, la semana de adopción responsable y la base de datos de animales perdidos y encontrados. Si bien es un proyecto local, podría servir de puntapié inicial para que la Provincia de Buenos Aires y otras jurisdicciones también tomen cartas en el asunto.

Cómo ayudar a frenar esta práctica

Para ayudar a reducir estas prácticas en el mundo, además de colaborar con asociaciones y plataformas diversas que luchan para lograrlo, se puede optar por consumir productos marcados como cruelty free o no testeados en animales, lo que indica que están libres de crueldad.

¿Cómo identificarlos? se debe revisar en sus envases, ya que existen diversos sellos que señalan que estos no han sido testeados en animales. Reconocer el logo es muy sencillo: en su mayoría estos tienen siluetas de conejos y suelen estar acompañados de frases que informan a las personas de que estos productos están libres de crueldad animal. Debido al trabajo de distintas ONGs muchas marcas se están sumando a este movimiento.

Existen varios logos a nivel mundial que dan cuenta de esta característica. Entre los más reconocidos podemos encontrar a «PETA», «Leaping Bunny», «Choose Cruelty Free» o “Cruelty Free International”. Las marcas dejan constancia que no utilizan animales en ningún momento del proceso de producción de sus productos y, tras la corroboración, estas organizaciones otorgan su «certificación» a través de la entrega de estos logos.

En Argentina para que un producto de cuidado de la piel/maquillaje se apruebe y pueda decir que es dermatológicamente testeado o hipoalergénico, tiene que ser testeado. Actualmente y de manera privada en el resto del mundo existe el testeo en pieles sintéticas (Garnier lo tiene, por ejemplo) y en universidades argentinas se está trabajando para su desarrollo pero por el momento solo se prueba en animales o en personas”, explicó la generadora de contenidos digitales que realiza reseñas de cuidado de piel y maquillaje bajo el nombre de «Dadatina«, Daniela López, quien aclaró que el testeo en animales tiene un costo más bajo por producto que el que se realiza en humanos voluntarios.

Entre las marcas argentinas o comercializadas en argentina de productos cosméticos y de aseo personal que no testean en animales se encuentran: Capilatis, Dove, Garnier, Hawaiian Tropic, Herbal Essence, Lolita Lempicka, Natura, Natura Sibérica, Rayito de Sol, Secret, Sedal, Seytú, St. Ives, Suave, Tortulán, Urban Decay, Villeneuve, Weleda, Zao, ACF, Avon, Violetta Cosméticos, TodoModa, Lidherma, Dekka, Midermus, Coony, Konjac, Veganis, Milaborit, The Chemist Look, Purederm, IDI Make Up, MAZZ, Karma Pink, Palladio y ColourPop.

Si no fuera gracias a las organizaciones de defensa de los animales, la mayoría de personas seguirían consumiendo todos estos productos incorporados en su cotidianeidad sin siquiera plantearse su proceso de elaboración. Esta práctica cruel y obsoleta no se difunde porque es más barato experimentar en animales que invertir en tecnologías avanzadas o pagarle a voluntarios y porque las empresas saben el rechazo que generaría en la sociedad. Pero así como los zoológicos de décadas pasadas van quedando en el olvido (como te contamos en el Informe Especial de Quántica Radio Camino a la extinción de los zoológicos) y avanza el respeto a las especies, también avanza la concientización en este mercado donde el consumidor puede ayudar a transformar estos procesos y frenar de una vez la tortura de animales sin fines terapéuticos.

Quántica Medios

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