Trabajo infantil, un flagelo naturalizado que crece en pandemia

Este sábado se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una de las más graves violaciones a los derechos de niños, niñas y adolescentes. La pobreza y aspectos culturales, las principales causas de esta problemática en aumento por la crisis producto del coronavirus.

Millones de niños, niñas y adolescentes en todo el mundo padecen día a día de la violación de los derechos de la infancia al estar expuestos al trabajo infantil. Con el fin de concientizar sobre la magnitud de esta problemática y desarrollar medidas para erradicarla, en 2002 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) proclamó el 12 de junio como el Día mundial contra el Trabajo Infantil. En los países menos desarrollados, uno de cada cuatro niños de 5 a 17 años realiza tareas que se consideran perjudiciales para su salud, su educación, su bienestar general y desarrollo. A diferencia de lo que muchos creen – por relacionar erróneamente explotación laboral infantil más que nada con la esclavitud u otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas como el tráfico de estupefacientes y la explotación sexual, así como la participación en conflictos armados -, Argentina no está para nada exenta de este flagelo, que además creció en los últimos meses producto de la pandemia. La principal causa radica en los problemas económicos del grupo familiar de los menores, pero también hay ciertos aspectos culturales que contribuyen a legitimar situaciones de trabajo infantil al naturalizarlas o valorarlas positivamente. Se volvió algo tan cotidiano y arraigado que se dejó de ver como un problema. En este Informe Especial de Quántica Radio, qué es considerado trabajo infantil, qué daños produce en los menores, el grave problema de naturalizarlo, qué pasa en Argentina y el plan que lleva a cabo la Provincia de Buenos Aires.

Qué es y qué produce el trabajo infantil

Para comenzar a comprender esta preocupante problemática debe aclararse qué se considera trabajo infantil. La OIT lo divide en tres clasificaciones: el trabajo realizado por un niño o niña con una edad inferior a la edad mínima legal establecida y que, por consiguiente, compromete sus posibilidades de beneficiarse de la educación, así como su pleno desarrollo; el trabajo considerado como peligroso, que por su naturaleza o por las condiciones en que se realiza, es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños y niñas o de los adolescentes con una edad incluso por encima de la edad mínima para trabajar; y el trabajo realizado en una situación de esclavitud o análoga a la esclavitud, como la venta y la trata de personas, la servidumbre por deudas, la condición de siervo, el trabajo obligatorio o forzoso, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para ser utilizados en conflictos armados, la utilización de niños con fines de explotación sexual comercial, y para la realización de actividades ilícitas.

En Argentina se entiende por trabajo infantil a toda la actividad económica o estrategia de supervivencia, sea remunerada o no, realizada por menores de 16 años. A su vez la prohibición del trabajo infantil se extiende hasta los 18 años cuando se trata de un trabajo peligroso. En esta línea está en vigencia la Ley N° 26.390 de prohibición del trabajo infantil y se refiere a cualquier actividad, que persiga o no fines de lucro. Además se sancionó una norma que penaliza con hasta cuatro años de cárcel a los empleadores que se aprovechen económicamente del trabajo de menores, algo que antes sólo era castigado con multas.

¿Por qué un niño no debe trabajar? Porque las tareas laborales disminuyen su rendimiento escolar o directamente lo obligan a abandonar la escuela; porque están en pleno crecimiento físico, mental y emocional, y está comprobado que el exceso o la repetición de tareas mecánicas perjudica su desarrollo; y porque  el mundo del trabajo es un mundo adulto, con exigencias físicas y mentales, y los niños tienen que desarrollar su personalidad mediante los juegos y a través de la relación con sus amigos y sus familiares. En este sentido, cabe destacar que el juego para los niños no es un privilegio ni una actividad secundaria, sino un derecho humano con una función vital para el desarrollo integral y resguardado por la Convención de los Derechos del Niño.

Dicho así, para muchos la explotación laboral infantil puede parecer algo lejano a sus realidades o de quienes los rodean. Pero en verdad es más frecuente de lo que se piensa. Un claro ejemplo es lo que sucede en el interior del país, como por ejemplo en Misiones, donde grandes cantidades de adolescentes y niños trabajan, a partir de los 5 o 6 años, en la cosecha de la yerba mate junto a sus familias desde el amanecer. O cerca de las ciudades, como explica un trabajo de la OIT,  donde pequeños excavan en los basurales, buscando y seleccionando material reciclable. En algunos casos llegan incluso a vivir en el basural junto a sus padres, en condiciones de altísimo riesgo y daño para la salud. Las niñas realizan tareas domésticas durante largas horas y asumen responsabilidades que exceden sus capacidades físicas y psíquicas; pequeños juntan cartón en las calles; otros reparten estampitas en el transporte público… los ejemplos son infinitos. Y todas estas tareas tienen en común que provocan gran cansancio físico, interfieren con la escolaridad, con el tiempo de juego, recreación y descanso, afectan la salud psíquica y física y algunos, incluso, ponen en peligro sus vidas.

Pobreza y naturalización

Entre las principales causas del trabajo infantil se encuentra su estrecho vínculo con la pobreza, ya que en muchos casos aparece ligado a estrategias de supervivencia familiar. Evidencia de esto es el aumento de esta problemática en el país en los últimos meses como consecuencia directa del incremento del desempleo por la pandemia. Un estudio elaborado recientemente por la OIT junto a UNICEF y el Observatorio de Trabajo Infantil y Adolescente del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS) dejó al descubierto que la mitad de los niños, niñas y adolescentes que trabajan para el mercado pertenecen a familias cuyos ingresos disminuyeron durante la cuarentena. De hecho, 7 de cada 10 habitan en hogares cuyos miembros perdieron el empleo, vieron reducidas sus horas de trabajo, pedidos o changas o fueron suspendidos temporalmente. A su vez el informe reveló que el 32% de los chicos entre 13 y 17 años encuestados que trabajan para el mercado y que realizan tareas de cuidado vive en hogares que se encuentran endeudados; y el 56% vive en hogares que recibieron algún tipo de ayuda del estado (AUH, IFE, Tarjeta Alimentar, apoyos alimentarios a través de viandas o bolsones, retiro de alimentos, viandas en comedores, entre otras).

Pero la vulnerabilidad económica no es la única causa de la explotación laboral infantil. Uno de los grandes problemas que enfrenta este flagelo es la naturalización del mismo. “Los aspectos culturales contribuyen a legitimar situaciones de trabajo infantil al naturalizarlas o valorarlas positivamente como parte de los procesos de construcción subjetiva y de formación de los niños. Así, podemos mencionar los valores culturales vigentes en determinados grupos que privilegian el ingreso temprano al trabajo en detrimento de la educación formal (especialmente en el ámbito rural); la discriminación de género que induce a la incorporación de las niñas al servicio doméstico; el poco valor asignado por las familias a la escolaridad formal y su relación con el proyecto de vida para los hijos; etc”, explica un documento de “Explora – Programa Multimedial de Capacitación Docente” elaborado por expertos del Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Educación y la OIT. Esas creencias y valoraciones justifican el trabajo infantil e impiden visualizarlo como un problema que debe combatirse. Asimismo, existe un desconocimiento acerca de sus efectos nocivos en la salud y la educación de los chicos, muchas veces reforzado por la creencia de que el trabajo contribuye a su crecimiento y fortaleza. “Pero ¿pueden resultar formativas las tareas que impiden la asistencia a la escuela, que obstaculizan el aprendizaje, y llevan incluso al abandono escolar? ¿Puede ser considerado natural que haya niños y adolescentes que tengan que trabajar para sobrevivir en lugar de ir a la escuela, jugar, dedicarse a actividades recreativas y descansar? ¿Por qué no pensar, en cambio, que esos niños y adolescentes están siendo vulnerados en sus derechos?”, destaca el documento.  

Muchas veces se justifica el trabajo infantil aduciendo que los niños y adolescentes están escolarizados, pero estudios demuestran el enorme obstáculo que significa para los chicos. En este sentido, la Encuesta de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes (EANNA) 2017, presentada por el Ministerio de Trabajo, muestra que los derechos de los menores que trabajan se ven vulnerados en materia de educación dado que las exigencias que impone la doble jornada se manifiesta en sobreedad, repitencia y abandono escolar. En la franja de 5 a 13 años de la población relevada, el 97,2% de los niños que trabajan asiste a la escuela, pero el 29,7% de ellos repitió; contra el 12,6% de los que sólo estudian. Respecto del ausentismo, el 19,8 % de los que trabajan y estudian tiene inasistencias frecuentes contra el 9,2% de los que sólo estudian. En cuanto a los adolescentes trabajadores, el 25,6% no asiste a la escuela, y el 43,3% repitió (entre los que no trabajaron, lo hizo el 26,5%). La repitencia entre los niños y adolescentes que trabajan es un dato relevante que contrasta con quienes no trabajan, lo que evidencia el fuerte impacto de la explotación laboral infantil en las trayectorias escolares.

Por otro lado, también ocurre que muchas de estas tareas de explotación están invisibilizadas, como es el caso del trabajo infantil doméstico. Las niñas corren mayor riesgo de realizar tareas de cuidados en el hogar y los adultos no los suelen percibir como un trabajo, sino como una ayuda, colaboración o aprendizaje. Realizan el trabajo intensivo en su propia casa o en casa de terceros. Esto suele incluir el cuidado del lugar, sus hermanos u otros familiares ancianos o enfermos cuando los mayores no están. Esto constituye trabajo infantil cuando en la organización familiar la niña o niño se hace cargo asumiendo el rol de un adulto. Aunque en general se considera que se realiza en un ámbito protegido, este trabajo puede convertirse en una de las peores formas de explotación cuando el niño se encuentra en condiciones cercanas a la esclavitud, o en situación de peligro para su salud o seguridad, sufre maltratos o corre riesgos de padecer violencia física o sexual.

Estadísticas y tipos de explotación laboral infantil

Según datos de la OIT, en el mundo hay aproximadamente 160 millones de niños y adolescentes de entre 5 y 14 años que trabajan; entre ellos, cerca de 10,5 millones habitan en América Latina y el Caribe. Aunque estas cifras ya serían mayores, producto de la crisis económica que provocó la pandemia de coronavirus.  El titular del organismo, Guy Ryder, aseguró que el aumento de la pobreza y la caída de los ingresos familiares contribuyen a incrementar el trabajo infantil.  “Uno de los principales factores de inseguridad e inestabilidad económica en los hogares es que la jefa o el jefe del hogar trabaje en condiciones de informalidad, donde la protección social es mínima y los contratos laborales inexistentes. El trabajo infantil se convierte en un componente importante de cómo los hogares manejan la inseguridad económica”, explica el informe del organismo.

Las consecuencias de la crisis ocasionada por el Covid-19 en los mercados laborales también afectó al trabajo infantil en nuestro país, donde alcanza a 1 de cada 10 niños y niñas de entre 5 y 15 años y, 3 de cada 10 adolescentes de entre 16 y 17 años, de acuerdo a los datos de la EANNA. Y según el estudio elaborado este año por la OIT, UNICEF y el MTESS, el 16% de los menores de entre 13 y 17 años realiza tareas orientadas al mercado. De ese total, 1 de cada 2 comenzó a hacerlo durante el período de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO).

«No solo 1 de cada 2 niños, niñas y adolescentes que trabajan comenzó a realizar tareas orientadas al mercado durante el ASPO, sino que, además, quienes ya trabajaban antes de la pandemia, en el contexto actual, realizan las mismas tareas con mayor intensidad», sostuvo Bárbara Perrot, coordinadora del proyecto MAP16 de la OIT en Argentina. En esa línea, explicó que «la pandemia afectó especialmente a los niños, las niñas y adolescentes de los hogares más vulnerables, que vieron ese impacto en muchas dimensiones de su vida cotidiana, como la educación, la alimentación, la salud, la recreación o el ocio«. Los datos son alarmantes por demás. El informe también indica que 1 de cada 10 adolescentes buscó trabajo durante la pandemia, independientemente de si ya realizaba actividades o no.

¿Qué tipos de trabajo infantil son más habituales en Argentina? El trabajo rural, el trabajo doméstico intenso y el trabajo en la vía pública, son las principales actividades donde se encuentra trabajo infantil en el país. En las zonas rurales, donde se concentra el 60% del trabajo infantil, algunos menores trabajan en la preparación de la tierra, la siembra y la cosecha y otros son responsables del cuidado de animales y cultivos, participan en las fumigaciones, acarrean agua y acopian leña. Mientras que los chicos que trabajan en la vía pública lo hacen en la venta ambulante, pidiendo propinas, abriendo puertas de taxis y limpiando parabrisas; y también, realizan tareas como la recuperación de materiales reciclables. Estos trabajos, que se caracterizan por la informalidad, exponen a los niños a altos riesgos (además de los que se derivan del propio trabajo), como accidentes de tránsito, contingencias climáticas, enfermedades, agresiones, contaminación ambiental, intoxicaciones y horarios nocturnos. A todos estos peligros, según el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, hay que sumar el hecho de que las condiciones de pobreza y la precariedad en que se desarrolla el trabajo en la vía pública contribuyen a crear un círculo del que a niños y adolescentes les resulta difícil salir y acceder en el futuro a actividades laborales formales.

A estas modalidades se suma el trabajo en comercios o talleres familiares, o de terceros; el trabajo en ladrilleras y en la construcción; y la utilización de niños en actividades ilícitas: explotación sexual comercial, contrabando y tráfico y venta de drogas.

De acuerdo a los datos oficiales prepandemia, alrededor de 764 mil niñas y niños de entre 5 y 15 años realizaban al menos una actividad laboral en Argentina. De acuerdo con la EANNA representaba el 10% de los chicos de todo el país.

El flagelo en Buenos Aires

Las estadísticas, como ya mencionamos, revelan que este flagelo afecta a miles de menores en el país. El Modelo de Identificación del Riesgo de Trabajo Infantil – MIRTI – (OIT-CEPAL) permite identificar algunos territorios con mayor riesgo de trabajo infantil y determinar en qué zonas geográficas se deben concentrar los esfuerzos. Según el mismo (elaborado con datos de la EANNA 2016/17, del censo de población del 2010 y de registros administrativos), en el Gran Buenos Aires hay casi 134 mil menores que realizan actividades para el mercado, correspondientes al 5,2% del total de niños de la región. De ellos, el 66% son varones y el 34% son mujeres. La Matanza, Lomas de Zamora, Merlo, Moreno y Malvinas Argentinas tienen el rango de riesgo más alto (6 – 7,6); mientras que le siguen con riesgo medio (4,4 – 6) Florencio Varela, Quilmes, Lanús, Morón, Tres de Febrero, General San Martín, Hurlingham, San Miguel, José C. Paz, Tigre y San Fernando.

Mientras que en la Ciudad de Buenos Aires el riesgo de trabajo infantil y adolescente es del 3%. No sorprende además que las comunas más afectas por esta problemática sean las del Sur. Tanto las comuna 4 (conformada por los barrios de Nueva Pompeya, Parque Patricios, Barracas y La Boca), como la 8 (Villa Lugano, Villa Riachuelo y Villa Soldati), la 7 (Flores y Parque Chacabuco) y la 9 (Mataderos, Liniers y Parque Avellaneda) poseen un riesgo alto de 3,5 – 4,9 de trabajo infantil. A su vez, las mismas se caracterizan por tener la mayor proporción de menores que no asisten a la escuela, especialmente en el tramo etario de 15 a 17 años, y también el porcentaje de hogares con jefe asalariado no registrado es mayor en dichas comunas.

Sin embargo, a pesar de estos datos, no existen mediciones detalladas sobre este problema por provincia. Es por eso que el Gobierno bonaerense lleva adelante actualmente un plan operativo para la prevención y erradicación del trabajo infantil que prevé la realización en 2022 de la primera medición provincial para así poder contar con información específica por sector (ladrilleras, talleres, trabajo agrícola, trabajo en vía pública, etc.); y pronto pondrá en marcha el Sistema Integral de Información geolocalizada de gestión, evaluación y monitoreo del flagelo. El nuevo Sistemaconsistirá en un conjunto de procesos, herramientas e instrumentos organizados y articulados entre sí, a fin de identificar a niñas, niños y adolescentes en riesgo o vinculados en las peores formas de explotación, y formalizar su atención a través de proyectos y servicios. La iniciativa se desarrollará con apoyo del proyecto de «Offside: ¡marcando la cancha!» (de la OIT), del Ministerio bonaerense de Desarrollo Agrario, el sindicato rural Uatre y el Registro de Trabajadores del sector, Renatre.

Por otra parte, desde la Comisión Provincial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPRETI) se han promovido distintos estudios específicos sobre la problemática del trabajo infantil. A partir de estos,  se sabe que la explotación laboral infantil tiene una mayor incidencia en el ámbito rural que sobre las áreas urbanas y, a su vez, es el sector hortícola el que concentra el mayor índice de trabajo de menores. “Hemos aplicado instrumentos en el cordón que van desde La Plata, Brandsen, hasta Florencia Varela y después desde Mar del Plata, Batan, Sierra de los Padres, y algunos otros cordones como Pilar, Escobar. En  estos cordones, ponemos la lupa en determinados sectores y vemos que hay comunidades en donde 8 de cada 10 niños trabajan”, precisó Juan Brasesco, titular de COPRETI.

Con el objetivo de insertar la problemática del trabajo infantil, distintas áreas trabajan en la estrategia que requiere de la participación de los líderes de esas comunidades y organizaciones de pequeños productores. Esta articulación se da en nodos de acción, espacios de cuidado que tienen un operador territorial que capacita a los líderes. El funcionario explicó que esto “implica sensibilizar a los comunidades sobre los riesgos que corren los niños del ámbito hortícola que trabajan con agroquímicos, maquinarias peligrosas, altas y bajas temperaturas, principalmente riesgos para la salud de los menores”. Se van desarrollando y equipando espacios, algunos fijos, otros itinerantes, donde se desarrollan talleres con familias, espacios de juego y cuidado, algunos dentro de los mismos campos.

“El trabajo infantil es el único trabajo que no queremos que suceda. Su erradicación requiere estar en el territorio, ver qué sucede, requiere favorecer y ayudar a las familias a diseñar otras estrategias de supervivencia, requiere ponderar la educación y promover el juego, que es la columna vertebral de lo que queremos hacer”, manifestó la ministra de Trabajo de la provincia de Buenos Aires, Mara Ruiz Malec, en marzo pasado durante el cierre de actividades en el nodo La Capilla de la COPRETI, como parte de las medidas implementadas en el cordón verde frutihorticola del Municipio de Florencio Varela. Y destacó que se busca cambiar, de esta forma, la “historia de vida” de muchos niños y niñas, afectados por la problemática.

Además de las políticas públicas para combatir la pobreza y el trabajo articulado de los diferentes sectores (de la educación, de los responsables de los controles e inspecciones laborales, de los gremios, etc.), para erradicar el trabajo infantil es necesario problematizar la mirada tolerante hacia el mismo. El hecho de que un niño trabaje no dignifica, sino que empobrece, vulnera y oprime poniendo en riesgo su desarrollo pleno para su vida presente y futura. Un niño que trabaja es un niño que no juega, que no se educa, que no descansa, que no vive su infancia. Promover el efectivo ejercicio de los derechos de la niñez es fundamental para una sociedad más igualitaria.

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